Ex Bodega en Godoy Cruz - Mendoza

Habíamos transitado en reiteradas ocasiones frente a ese enorme lugar, tratando de ubicar a lo lejos -para no quedar en evidencia- algún espacio mínimo por donde poder ingresar.


Sabíamos que se trataba de otro escenario con historia, uno por demás significativo para nuestra Mendoza vitivinícola y bodeguera, y que por ello esa imponente bodega merecía una visita. Fue así, que luego de varios intentos y considerando que valía la pena el esfuerzo, una vez más asumimos ese riesgo, porque para visitar un lugar abandonado, donde no se tiene la certeza de lo que se puede encontrar dentro hay que estar preparados, y no solo a nivel físico (al punto de tener que ingresar por un estrecho agujero en una pared, o de encontrar a otras personas dentro), sino también a nivel emocional.




Casi sin advertirlo, como si nos hubieran arrancado la sensación de miedo y la noción del peligro, una vez más nos hallábamos inmersos en un nuevo edificio colmado de abandono y misterio, de oscuridad y silencio, de esos que nos apasiona explorar, de esos que necesitamos plasmar en fotografías para revelarlos luego a quienes no tuvieron esa dicha, como siempre desde nuestro particular punto de vista.
Estábamos dentro al fin, explorando en las mismísimas entrañas de otra gran bodega. Por momentos, el fuerte aroma a mosto y roble era el encargado de relatarnos parte de la historia del lugar. 
A medida que avanzábamos por los pasillos y escaleras de las enormes instalaciones, nuestra capacidad de asombro crecía.

Junto a muchos otros objetos, una gran cantidad de toneles parecían demostrarnos que el establecimiento aún funcionaba, que los años no habían pasado sobre su noble y perfumada madera, pero por otra parte, la densa capa de polvo que cubría todos los recovecos nos mostraba la otra cara. 
Al igual que otras tantas, está bodega fue fundada por un inmigrante italiano, quien luego de arduos años de trabajo cedió la dirección a uno de sus hijos. Fueron años de mucho crecimiento para la bodega y para la vitivinicultura mendocina en general, ya que de la mano de este emprendedor hijo se dieron grandes avances a nivel tecnológico e institucional.


Pero ¿qué pasó entonces para que hoy esa magnífica construcción se encuentre moribunda? ¿Porqué al entrar hoy en sus habitaciones sentimos el frío intenso y la oscuridad más profunda, sabiendo que allí se tejieron miles de historias y que mucha gente que transitó por sus pasillos ya no los camina hace muchos años?

No todos llevan de la misma manera el sentir de la vida o de la muerte, y muchos muros suelen estar marcados con ambas, como lo son los de esta bodega ya que su director murió en un accidente visitando viñedos en Tupungato, llenando de tan hondo dolor a la familia que hasta su padre murió una semana después de la tristeza, dejando así un inmenso vacío emocional como dirigencial. 



Toda esta trágica historia, sumado a la crisis vivida por la vitivinicultura mendocina en los años 60 y 70 terminó con la quiebra definitiva de esta marca en 1979. Las personas se fueron, pero los muros siguen ahí, esperando otra oportunidad, manteniendo los aromas y luces de otros tiempos, ojalá no sean víctimas de otra demolición en aras del progreso, porque ellos también fueron progreso y merecen su respeto.


Ex Bodega Gargantini, en algún lugar de Rivadavia.

Cuando hablamos de una Mendoza vitivinícola, podemos argumentar el concepto a través de múltiples puntos de vista, tales como la cantidad de bodegas en la actualidad, la producción anual, el cultivo, la exportación o el turismo. Pero nosotros, como no puede ser de otro modo, lo vemos con una mirada distinta, con otros ojos, apuntando principalmente a esa enorme cantidad de muros de bodegas que aún continúan en pie, cerradas, olvidadas, sin vino en sus piletas, pero con su magia intacta… 
En nuestro constante trajinar, ya hemos visitado varios escenarios como éste (como lo son las antiguas bodegas Bertona, Aguinaga, Alicantina o Grosso, publicadas en entregas anteriores), mas ninguno tan significativo como lo fué la majestuosa e imponente Bodega Gargantini.


Este histórico edificio, no sólo fué grande por su extensión, sino también por la influencia que generó en el imaginario de la gente del lugar, que aún hoy añora su esplendor. Y esta influencia de magnificidad se debe a que sus propietarios no sólo se inclinaron a su propio beneficio económico, sino también al bienestar de sus empleados, y es por ello que crearon barrios, centros deportivos, una capilla y una escuela (entre otras tantas cosas). 
Por aquellos años, todo esto redundo en empleados felices, confiados de su futuro, con seguridad y ganas de traer una vida nueva a este mundo en el que todo parecía funcionar, entonces Gargantini también construyó nada menos que una sala de maternidad, pegada a la bodega, para ellos, para los hijos de sus operarios. 
Para comprender un poco la importancia que tuvo este lugar en sus mejores años, basta simplemente con caminar por la imponente construcción y perderse por los fríos e innumerables pasillos que parecen no tener fin, atravesar enormes naves vacías, contemplar inmensos tanques que alguna vez contuvieron vino, percibir el aroma a grasa aún impregnada en la sala de máquinas o descender al almacén y descubrir estanterías con cientos de compartimentos que increíblemente aún contienen partes de recambio.

Desde lo alto, aún se puede divisar la casa patronal, y dirigiendo la vista al otro lado del camino también pueden apreciarse más partes de la bodega y sus otros emprendimientos; como lo fueron la destilería (donde se elaboraba grapa), una planta de elaboración de conservas de aceitunas y hasta una aceitera.


Cuan grande habrá sido la convicción y proyección de Don Bautista Gargantini, como para construir en un lugar que aún hoy parece desolado, una de las bodegas más importantes de la Argentina.

Pero como en todos los imperios, existe un momento de creación, uno de apogeo y otro de deceso, y Gargantini terminó vendiendo su empresa. Entonces, las manos de empresarios no tan hábiles, sumado a malos manejos económicos y hasta políticos, llevarían a que hoy sus puertas permanezcan cerradas.

Pese a que gran parte de su historia fué consumida por las llamas de un incendio intencional, ésta se mantiene viva en la memoria de muchos abuelos, de esos que todavía hay en los pueblos como Rivadavia, recordándola quizás con ojos vidriosos cuando atraviesan su frente en bicicleta, o al relatarle a sus nietos lo que esta bodega fue y será para ellos. 
Depende de nosotros no olvidar a esos muros, no dejarlos desaparecer, queda en nosotros ser visionarios de grandeza y no solo preocuparnos por uno mismo, queda en nosotros ser como Don Bautista y buscar la felicidad y el bienestar de toda la comunidad.


Hotel Samay Huasi


Actualmente, la humanidad se encuentra en un nivel de desarrollo muy amplio. Hemos avanzado cultural y científicamente dando respuestas a miles de interrogantes que durante años ocuparon las mentes de grandes sabios. Ya sea si la tierra se posicionada sobre una tortuga o si era el centro del universo. Durante siglos se fueron dando respuestas a muchas preguntas, pero aún hoy -por difícil que parezca- siguen faltando definiciones a las cosas más simples y sencillas, inclusive de muchas de las que nos rodean cotidianamente, y una de ellas es de la que hablaremos hoy: el Fuego.

¿Qué es el fuego? ¿Podemos explicarlo fácilmente con palabras o necesitamos un ejemplo para describirlo? ¿Por qué nos atrae tanto? Seguramente en alguna oportunidad habrás sentido esa especie de hipnosis que genera ver su luz, su maravillosa gama de colores, sus formas y movimientos tan encantadores e irrepetibles. En las profundidades de la oscuridad, en cualquier lugar, observar una fogata encendida, con sus leños chispeantes e incandescentes, nos remonta a un inmediato viaje a esos remotos años, donde la humanidad dio su gran salto evolutivo cuando logró Claro, contar con una fuente de Nuestra labor nos lleva en esta ocasión a descubrir un nuevo escenario, enclavado en la cordillera, donde el poder de las llamas se encargó de consumir en cuestión de minutos el trabajo de años…El Samay Huasi (casa de descanso en idioma Quechua), único hotel de montaña cuatro estrellas con que contaba la provincia de Mendoza, ardió en llamas la tarde del Sábado 7 de Junio de 2003. Su construcción fué realizada en los años 90, según dicen con crédito oficial blando y malas garantías (del cual aún hoy se adeuda parte), tejiendo así un manto de dudas en la población sobre la falla que originó el siniestro. Pero por supuesto, esa no es la cuestión que nos compete a nosotros, sino el hecho de rescatar que en esa estructura de hierros retorcidos y oxidados -donde aún perdura el aroma a cenizas- seguramente se vivieron innumerables historias. Desde entonces, ha quedado en el olvido.La hermosura del entorno, de algún modo nos hace pensar en la tranquilidad que sintieron sus huéspedes durante su estadía, en su conexión directa con la naturaleza, en el aire fresco y puro que inhalaron sus pulmones y en las profundas noches de reparador descanso que disfrutaron. Pero por otra parte, también imaginamos el brillo en sus retinas reflejando el fuego de un enorme hotel en llamas, el que transformara la noche en día por un instante, arrebatándoles sin previo aviso un sin fin de pertenencias, mostrando como de costumbre su peor cara, pero a la vez su majestuosa belleza… Pero tenemos la certeza que aunque queden secuelas, hay muros que el fuego no puede derribar, y aún “muertos en pié”, nos dan su testimonio.
dominarlo. 



calor en los fríos inviernos, luz en las noches y posibilitar la cocción de alimentos no era algo cotidiano como lo es hoy. Su descubrimiento y sobre todo posterior manejo, hizo que nuestros antepasados lejanos evolucionaran de manera acelerada. Pero así como podemos destacar las cualidades positivas y atrayentes de este elemento, podemos hablar también del gran poder destructivo que consigo trae aparejado. Y no es casual que a nuestra raza esto le despierte curiosidad, ya que somos parte de una especie destructiva, y sobre todo autodestructiva... 
Desde entonces, ha quedado en el olvido.



Capilla de Nuestra Señora de Monte Carmelo

Un lugar especial, para muchos sagrado, que en otros tiempos supo cobijar tantos rezos y plegarias en busca de milagrosas soluciones a diferentes problemas, implora hoy por su recuerdo.

El místico sitio donde miles de fieles alguna vez rezaron un Padre nuestro, pidieron perdón por sus pecados, recibieron el bautismo o se unieron en sagrado matrimonio, hoy parece olvidado no sólo por ellos, sino también por los organismos arzobispales, municipales y provinciales.Cuesta comprender como un sitio tan significativo para la comunidad católica, como lo fuera en el pasado la Capilla de Nuestra Señora de Monte Carmelo, pueda pasar al olvido de tal manera...

Era una costumbre para los antiguos terratenientes que profesaban alguna religión, construir una capilla dentro de su propiedad rural. No fué un caso más el de Don Francisco Suárez en la década de 1890, quien erigió un templo para venerar a quien conocemos hoy como Virgen del Carmen. La historia de esta Virgen está íntimamente ligada a la nuestra, ya que su devoción fue introducida por los misioneros desde el momento de la conquista, es la patrona del Ejèrcito de los Andes que nos liberó, y además con la inmigración de españoles -que tantas veces hemos mencionado- volvió a hacerse presente, ya que en su país está presente en múltiples santuarios.


Antiguamente se sepultaba dentro de las iglesias a las personas notables, y una antigua lápida de mármol atestigua que por aquellos años esta edificación sirvió además como enterratorio para los restos de Don Francisco (los que hoy descansan en otro sitio).
Se sabe que tiempo después, en el año 1939 su viuda, Mercedes Molina, decidió donar la edificación al Arzobispado de la Provincia para que fuese de uso público. Y así sucedió, hasta que en 1980 se construyera otra, una nueva iglesia más cercana al núcleo de Agrelo, condenando al viejo edificio a un lento e inevitable recorrido hacia el olvido…Actualmente sus paredes están muy frágiles y sus coloridos techos rasgados, maltratados duramente por el inminente paso de los años, el abandono y el vandalismo, sólo una pesada y quebradiza cruz en lo más alto del frente del templo les recuerda persignarse a vecinos y transeúntes .


Y es que ya no hay bancos de madera que sostengan a los fieles, ni imágenes de santos a quienes suplicar; tampoco campanas para tocar, y quien pudiera saber en qué lejano rincón de la memoria de esos feligreses que acudían en su llamado, hoy se encuentre su estridente sonar.


Agradecemos a Fabiàn Sevilla por la información brindada en nota Diario Uno - Martes 8 de enero 2008.

Archivo - El porque de los @murosdepie

En economía, es un principio básico saber que las cosas toman mayor valor cuando son escasas. Si trasladamos ese principio al patrimonio arquitectónico mendocino, podemos descubrir sin mucho esfuerzo, que es escaso y por lo tanto su valor es incalculable.
Esa escasez se debe en forma principal, pero no única, a que nuestra provincia se encuentra ubicada en una zona sísmica. Entonces cobra valor rescatar de algún modo esos lugares que sobrevivieron a estos episodios, para que no queden en el olvido, condenados a desaparecer del mapa, de nuestra memoria y la memoria de generaciones futuras.
En la provincia de Mendoza se producen sismos cotidianamente, la mayoría imperceptibles para las personas, pero aquí traeremos a colación puntualmente dos de magnitud considerable... 

El 20 de marzo de 1861, a las 20.36 horas se produjo el terremoto más importante que sufriera la provincia. Pero no sólo se trató de aquel episodio, destruiría también a la ciudad colonial un gran incendio que durante días se apoderaría de las ruinas y de lo poco que quedaba en pie. Sumada a esta seguidilla de catástrofes, una inundación producida por la rotura de los ya presentes canales de riego, acabaría con lo poco y frágil que quedaba para ese entonces.


En un intento por dimensionar el poder destructivo de aquel desastre (terremoto / incendio / inundación), tendríamos que imaginar que de las 7 mil personas que habitaban esta ciudad, unas 4 mil perecieron.
Semejante evento se llevaría para siempre a la Ciudad Colonial, dejándonos sólo en pie a las hoy famosas Ruinas de San Francisco.

El otro terremoto importante al que haremos referencia, es el que se produjo un 26 de Enero de 1985 a las 00.08, dejando un saldo de seis muertos y más de 230 heridos, y es el que traemos a mención con estas fotografías.
Como podemos observar en el título y desarrollo de esta nota publicada en el diario Los Andes, el día jueves 23 de mayo de 1985 , solamente en la ciudad de Mendoza se llevaron a cabo más de tres mil demoliciones, llevándose consigo valiosas edificaciones, pertenecientes a esa “nueva ciudad” que se había construido, aunque ya no lo era tanto, pues habían pasado varios años e infinidad de historias entre sus muros desde la reconstrucción, luego del anterior terremoto.
Esta cantidad de demoliciones, sobre todo de casas de adobe, fue lo que originó el mito de que ese material era endeble para soportar terremotos. No somos arquitectos, ni buscamos desarrollar aquí semejante discusión, pero creemos que luego del sismo fueron más las casas que permanecieron en pie que las que se desplomaron.
Es por esto que insistimos que a esas viejas edificaciones que sobrevivieron a incontables movimientos telúricos, debemos mirarlas sin desprecio, y no dejarnos apabullar por la cultura de que “todo lo nuevo es mejor”, ya que de cierto modo estaríamos olvidandonos hasta de nuestros abuelos… Tratemos en cambio de ver en ellas sus historias, y mantener su memoria viva. Y eso es lo que tratamos de hacer desde Los Muros Mueren de Pie.


Los Cubos - En algún lugar de Lujan de Cuyo

Historias entrelazadas, superpuestas, numerosas fantasías de anónimos autores , que supieran describirnos de alguna manera como fué un lugar en su momento o los motivos de su abandono, se mantienen encerradas, ocultas, como cumpliendo una condena en esos sitios que de algún modo necesitan ser descubiertos una y otra vez por distintas personas...
A través de diferentes situaciones cotidianas, ya sea robando protagonismo en el relato de algún desconocido o mediante simples fotografías  -por ejemplo-, estos lugares se cruzan en nuestro camino quizás para ofrecernos vagas pistas de su existencia.
Misteriosamente entonces, sentimos la necesidad de conocer su ubicación y visitarlos. Investigamos y luego de atar cabos y seguir algunas pistas, encontramos ese lugar.

Al llegar, comenzamos a contemplarlo, tratando de comprender de qué se trata, y nos invade la extraña sensación de haber estado allí antes. Es que cientos de frases, estados de ánimo, nombres y fragmentos de canciones, se nos presentan plasmados en las paredes, algunas que podríamos haber escrito nosotros mismos en algún momento de nuestras vidas. Evidentemente, no fuimos los únicos que sintieron la misma curiosidad, esa atracción por lo desconocido para llegar hasta ahí. Es extraño pensar si es posible que el destino de algunas personas pueda cruzarse en un mismo lugar pero en distintos momentos...  
En esta entrega de Los Muros Mueren de Pie, presentaremos esa misteriosa estructura abandonada en algún lugar de Luján de Cuyo, de la que muy poco se conoce y que muchos llaman “Los Cubos”, haciendo clara alusión a sus formas, lo único seguro, ya que no se sabe más sobre esa imponente mole de cemento.
Seguramente estuvo destinada a ser una fábrica pero por algún problema (que puede ser edilicio, de cálculos, de inversión, de cambio de intereses o cuantas posibilidades se nos ocurran), su construcción quedó inconclusa, sólo en los cimientos que hoy muchos usan para sesiones fotográficas o batallas de paintball. Nosotros hicimos unas fotos mientras contemplábamos con amargura un humo espeso saliente de otras chimeneas, polución de fábricas que sí llegaron a funcionar…
Nos quedaremos con ganas de conocer un poco más sobre este escenario, ya que nos fue imposible obtener más datos.
Pero algo quedó grabado en nuestros ojos, y es que aunque esos muros no llegaron a ver su forma definitiva, igual hoy ya tienen historia y mucha vida pasada entre ellos, ganando un lugar entre nuestros muros de pie.






Pueblo abandonado en Minas de Salagasta


En entregas anteriores, hemos mencionado que el agua es vida, y es por ello que en nuestra Mendoza -desierto convertido en oasis por nuestros antepasados- muchos, la defendemos a capa y espada. Pero por el contrario, están también los que desde su ignorancia la derrochan con desmesura, pensando quizás que ésta siempre emergerá de sus canillas como por arte de magia.
Otro agente que atenta contra tan preciado y escaso recurso -más peligroso que la vecina madrugadora- es la minería, ya que si no es regulada de modo responsable y serio es altamente contaminante, y a su vez, demanda excesivas cantidades de la misma para poder trabajar. Pero esta actividad es necesaria, y se ha llevado a cabo desde tiempos remotos en nuestro territorio.
Y si de actividad minera se trata, en esta ocasión, contemplaremos los atrapantes muros de un pueblo que se creó a finales del siglo XIX, en las inmediaciones de las aún hoy explotadas Minas de Salagasta.



Estas canteras, son conocidas en el ámbito minero como “Distrito 28 El Carrizalito”, y de ellas se han extraído materiales como cobre,oro, baritina, yeso, talco, plomo y bentonita. Este último, es el de mayor extracción, siendo Mendoza el tercer productor de este mineral, detrás de Río Negro y San Juan. Cabe aclarar, que la bentonita se forma por depósitos de cenizas volcánicas en el fondo de los mares, por lo que demás está decir que este lugar acumula historias desde tiempos inmemoriales...

Las ruinas del asentamiento hoy nos revelan el esplendor de épocas pasadas, su organizaciòn habitacional, sus costumbres. Desde la privilegiada perspectiva que nos brinda la gruta de una virgen en la cima de un cerro, basta contemplar las edificaciones de piedra para deducir que la casa del capataz era la màs amplia, con buena vista hacia el emplazamiento, y a lo lejos pueden también divisarse las barracas que alojaban a los mineros, un viejo y primitivo horno de fundiciòn y hasta una escuela, que nos ayuda a comprender que se trataba de un sitio habitado por familias enteras.
La vida del minero nunca ha sido fácil, menos aún si retrocedemos cien años en el tiempo. Imaginemos por un instante una fría noche de invierno, anclados en la precordillera mendocina, por momentos, aturdidos con el fuerte chillar del viento que se escurre entre las rocas, en penumbras, a lo sumo en compañía de la tenue luz de una vela, sin calefacción... y es que solo en la casa del patrón había chimenea.
Quizás una escena como esta, explique la enorme cantidad de vidrios que se encuentran en los alrededores, restos coloridos de antiquísimas botellas que alguna vez contuvieron bebidas de alta graduación alcohólica, que seguramente ayudaron a apaciguar las bajas temperaturas, la soledad del silencio y la oscuridad penetrante de noches interminables.


Si así era la vida en la superficie, que los esperaría en las profundidades de la tierra, donde reina la oscuridad, y la única compañía son el calor sofocante y el escaso oxígeno ¿Cómo no van a creer que dentro de esos interminables túneles laberínticos reina el mismísimo Diablo? Para los obreros, es conocido como el “Tio” y es el Señor de la mina, nadie se atrevería a negarlo a menos que quiera enfermar o morir aplastado. 

Es por esto que los mineros siempre hacen sus ofrendas para toda situación, desde entrar en la mina, al salir o también para agradecer la aparición de una buena veta que llevara monedas a los bolsillos y un poco de felicidad a esas vidas. 
Fue esta vida dura la que inundó de muertes a muchos emplazamientos mineros, dejando sus huellas marcadas en creencias como la del Tío o en el susurro de esas voces que nos trae el viento. 

Los lugares abandonados tienen muchas historias para contar... esta es la nuestra.